AZMY’S CREATIONS COMPLICES DE MOMENTOS INOLVIDABLES

Azmy’s Creations cómplices de sonrisas y momentos inolvidables
Entrevista completa, Azmary Guerrero:
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@azmys_creations

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Fuente: Ericka Diaz, Editora gerente
Traductora por Jocelyn Torres

¡Si estás aquí Emprendedor! – Es probable que en tu negocio no lleven registros de nada, veas dinero entrar pero no te rinde y/o desaparece, tu contador nunca te habla con claridad, y te sientes estancado.
Con este curso LOGRARÁS entender las BASES de la CONTABILIDAD aplicada a tu negocio para que CONECTES con el contador y puedas tener INFORMACIÓN CLAVE que te ayudará crear un plan de CRECIMIENTO FINANCIERO para tu negocio
La contabilidad es poder. Quien posee este conocimiento controla su negocio; puede hacer lo que quiera, porque aquello que haga lo hará en función de ese conocimiento preciso.
Pero también tiene otra cara. Un poco oscura y menos edificante. Hay un chiste que lo ilustra bien: “Cuáles son las dos reglas básicas para una contabilidad de éxito:
¿Por qué ese secretismo? Porque la contabilidad, si entendiéramos un negocio como un organismo vivo, ofrece una radiografía de todo lo que hay dentro, tanto lo saludable como lo menos saludable. Y eso no sólo está a tu vista sino a la vista de un inversor, un banco o un inspector de Hacienda.
La contabilidad consiste, pues, en un reflejo fiel del patrimonio de tu negocio, su situación financiera y los resultados de tu actividad. Para darle cuerpo a tanta abstracción: la contabilidad recoge tus ingresos, tus gastos, lo que te deben, lo que tú debes, los productos que vendes, etc.
A partir de la información que una contabilidad (rigurosa) te provee, puedes tomar decisiones más o menos acertadas (está claro que no todo depende de ti); incluso aquellas más intuitivas, pues no hay buena intuición que no esté mediada por un buen conocimiento previo (y quien diga lo contrario es un temerario, un tío con suerte o ambas cosas).
Pero la contabilidad no sólo tiene ese propósito interno, de (buena) gestión. También tiene una función externa, que interesa a tu entorno económico: al banco con el que negocias un crédito; al accionista que está interesado por el futuro de sus acciones; y al inspector de Hacienda, preocupado por recaudar todo lo posible.
Por ley puede que no estés obligado a llevar una contabilidad rigurosa, por ser autónomo, por ejemplo (con un registro de tus facturas de ingresos y gastos te basta). Pero puede que sí, pues tienes una pyme, y la ley te obliga a llevar unos registros contables (libros e informes contables).
Sea como fuere, cuanto mejor sean tus conocimientos contables, más eficiente será la gestión de tu negocio. Y lo podrás “vender” mejor, tanto a bancos, accionistas, clientes y potenciales compradores. Y, además, estarás en paz con Hacienda.
La contabilidad es compleja. Y más pesada que un amante despechado. Pero eso no quiere decir que no se deje llevar por unas pocas reglas básicas (la contabilidad, claro; el amante es más complicado).
La principal regla, la más básica de todas (y la única que te vamos a contar), tiene que ver con el cuerpo de tu negocio, es decir, el patrimonio, los elementos que lo forman y la relación contable entre ellos.
¿Qué es el patrimonio de tu negocio? Por patrimonio se entiende un conjunto muy amplio:
Como puedes ver incluye todo aquello que está involucrado para que tu empresa funcione. A cada uno de estos componentes se les llama “elementos patrimoniales”. Veamos unos ejemplos:
¿Y cómo se relacionan todos estos elementos? Para entenderlo nos valdremos de un ejemplo en el que tú serás el protagonista.
Pongamos que eres un empresario, has creado una sociedad y has aportado 1.000 dolares a la cuenta bancaria de la sociedad. Luego has comprado mobiliario a crédito por un valor de 400 dolares A continuación has comprado mercaderías que vas a guardar en un almacén por el valor de 200 dolares. Por último, tu sociedad ha recibido un préstamo bancario por 600 dolares.
Los elementos patrimoniales serían, siguiendo este orden, los siguientes:
1. Tu aportación como empresario y la cuenta bancaria. El primero es una deuda que la sociedad tiene contigo ($1.000 ). El segundo (la cuenta bancaria) es un bien que forma parte de tu empresa.
2. El mobiliario comprado y la deuda con el acreedor del crédito. Lo primero es un bien de la empresa; lo segundo, una deuda ($400 ).
3. Las mercaderías en tu almacén y la deuda con tu proveedor. Lo primero es un bien de la empresa y lo segundo otra deuda ($200 ).
4. El dinero del préstamo en la cuenta de la empresa y el préstamo recibido. Lo primero es un bien que pertenece a tu empresa; lo segundo, otra deuda que has contraído con el banco ($600 ).
Pues bien, a los bienes y derechos que forman parte de tu empresa se los conoce con el nombre de activo. Y a las deudas y obligaciones que has contraído se las conoce con el nombre de pasivo.
Es cierto que en cuanto al pasivo, hablando con rigor, se distingue el pasivo del patrimonio neto, que hace referencia, básicamente, a las aportaciones de capital y a los beneficios generados y no distribuidos por la empresa (las reservas).
A todo esto y para acabar. La regla básica que te queríamos mostrar es la siguiente:
Activo = Pasivo (+ Patrimonio neto).
Es decir, tu empresa tiene ahora mismo un valor en activos de $2.200 que equivale a los $2.200 en pasivos y patrimonio neto.
En otras palabras: que los bienes y derechos (activos) de tu empresa equivalen a la suma de los $400 que debes al acreedor del crédito para comprar mobiliario, a los $200 que debes al proveedor de las mercaderías, a los $600 que debes al banco por el préstamo y a los $1.000 que tu empresa te debe por tu aportación (aunque esto último te parezca irrisorio, desde el punto de vista contable es así).
Por mostrarlo gráficamente:
| Activo | Pasivo |
| $2.200 | $1.200 |
| Patrimonio neto | |
| $1.000 |
Es decir: Activo ($2.200 ) = Pasivo ($1.200 ) + Patrimonio neto ($1.000)
Esta es la regla fundamental que conviene no olvidar, pues sobre ella descansa la estructura de tu contabilidad.
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Estás navegando por una tienda en internet y tienes la tentación de comprar un producto.
Es un poco más caro de lo que permite tu cuenta bancaria, pero se convierte en lo más urgente del mundo en este momento. ¿Qué pasa si el precio sube y pierdes la oportunidad? ¿Y si te quedas sin él?
Siguiendo un impulso, haces los cálculos en tu cabeza y decides comprar. Ni siquiera necesitas ingresar el número de tarjeta, que ya está guardado en el navegador de la computadora.
Días después llega el arrepentimiento. O peor aún, la deuda.
En los últimos años, estudios en los campos de la economía del comportamiento y la neuroeconomía han demostrado que estas situaciones, en las que tomamos decisiones irracionales que dañan nuestra salud financiera ocurren con frecuencia.
Pero, ¿cuáles son nuestros errores económicos más comunes? ¿Y cómo no caer en las “trampas” de nuestro cerebro?
Una buena forma es comprender lo que han descubierto estas áreas de estudio y aplicar sus enseñanzas a nuestra vida diaria.
“La economía tradicional ha considerado durante mucho tiempo al individuo como alguien racional, frío y objetivo y que querrá maximizar su bienestar, su beneficio económico y su propio interés”, dice la profesora Renata Taveiros, coordinadora del curso sobre neurociencia y neuroeconomía de la Fundación Instituto de Administración (FIA) de Brasil.

La toma de decisiones inconsciente, que escapa a la racionalidad, era considerada una anomalía. Y, por ello, no se convirtió en objeto de estudio.
Pero a fines de la década de 1970, un grupo de investigadores revolucionó la economía al observar precisamente estas anomalías.
Entonces, nació el campo de la economía del comportamiento, cuyo principal representante es el psicólogo -sí, un psicólogo- Daniel Kahneman, ganador del Premio Nobel en 2002.
“Ellos abren este espacio de conversación para que nos demos cuenta de que hay otras cosas que influyen en la toma de decisiones y no solo la idea de maximizar la utilidad, el bienestar y el beneficio. ¿Qué son estas cosas? Las emociones”, explica Taveiros.
A finales de la década de 1980, otro campo de estudio fue incluso más allá.
Reuniendo los descubrimientos de la economía del comportamiento y las técnicas de la neurociencia, la neuroeconomía intenta desentrañar lo que sucede en el cerebro de los individuos cuando deciden realizar una compra innecesaria, por ejemplo.
“Ahora tenemos la posibilidad de abrir la caja negra, que es como los economistas se refieren a la mente de las personas. De hecho, se puede mirar y comprender lo que está sucediendo en el cerebro cuando el individuo va a tomar una decisión“, dice Taveiros.
“Cuando estudias neuroeconomía, la idea de que podemos controlar el comportamiento, la toma de decisiones, todo lo que hacemos se desvanece. Porque el motivador de la toma de decisiones no es el aspecto racional, cortical, lógico y analítico. La decisión está mucho más conectada con la emocionalidad”, agrega.
En primer lugar, es bueno dejar claro que los afectos y las emociones no son necesariamente malos. Al contrario, son de suma importancia para nuestra supervivencia.
“La selección natural nos trajo la combinación de afecto y razón. Y no fue en vano. Esto maximiza nuestro compromiso con el mundo. Cuando te deshaces de las emociones, quitas la empatía por el otro. Nuestras decisiones se vuelven más egoístas y la sociedad como un todo se derrumba “, dice el neurocientífico Álvaro Machado Dias, profesor de la Universidad Federal de Sao Paulo y socio del Instituto Locomotiva.

Pero es un hecho que las emociones también pueden llevarnos a cometer errores graves, que derivan en sentimientos de culpa y en nuevas deudas.
Es en este sentido que las enseñanzas de la economía conductual y la neuroeconomía pueden sernos útiles: hacer predecible nuestra irracionalidad y evitar malas decisiones.
El primer consejo parece simple, pero en la práctica es bastante difícil. Debes aprender a decirte que no a ti mismo.
“No hagas nada por impulso sin antes evaluar si la culpa no arruinará la fiesta. Comprende mejor tu ‘yo futuro’, con tus horarios y demandas. Decirse que no a uno mismo es como decirle que no a un niño: es difícil, pero puede ser positivo”, advierte Álvaro.
Según Renata Taveiros, una de las razones que dificultan esta negación de los propios impulsos es la creciente facilidad para realizar los pagos. Códigos QR, Pix, tarjetas de crédito que se guardan en sitios web de compras son algunos ejemplos.
Además, el neurotransmisor llamado dopamina, que activa el llamado “sistema de recompensa” del cerebro, también puede interferir.
“Cuando la dopamina funciona, estimula el comportamiento impulsivo. ¿Cómo funciona? Tienes la expectativa de ganar algo. Puede ser dinero, bienestar, placer, una buena imagen frente a los demás, etc. Y este comportamiento impulsivo hace que inmediatamente quieras esa recompensa “, explica.
Un ejemplo de cómo se explota actualmente este sistema de recompensas es la adopción de mecanismos propios de los juegos al proceso de consumo. Es decir, la transformación del acto de comprar en un juego.
Las aplicaciones de los supermercados y de las tiendas online prometen recompensas (descuentos, productos gratis, etc.) por alcanzar una determinada cantidad de puntos, por ejemplo.
Taveiros señala que en Brasil este tipo de mala decisión se puede identificar en los altos niveles de endeudamiento de los ciudadanos.
Un estudio de la Confederación Nacional de Comercio de Bienes, Servicios y Turismo de agosto de 2021, muestra que uno de cada cuatro brasileños (25,6%) no pudo saldar sus deudas dentro de ese mes.
“Tenemos problemas muy graves en Brasil y todo este estímulo al consumo que fomenta el comportamiento impulsivo empeora aún más estas condiciones”, dice la neuroeconomista.
Por eso, un consejo de oro para evitar este tipo de decisiones impulsivas es siempre “dar una vuelta más” antes de decidir hacer la compra.
“Por lo general, pongo una pegatina en las tarjetas de crédito de los clientes que dice ‘da un paseo más, espera un poco más, respira’. Cuando alguien va a hacer otra cosa y regresa, la dopamina baja, ya que es una sustancia química que tiene efecto por un tiempo determinado. Pronto, la sensación de ‘lo quiero, lo quiero’ pasará y la persona llegará a la conclusión de que puede usar este dinero en otra cosa. Pero tiene que ser más tarde, no es posible en ese instante”, explica.
Pero estas malas decisiones se pueden evitar incluso antes de la compra.

Renata Taveiros explica que cuando tienes una idea exacta de cómo va tu vida financiera, es más difícil endeudarte.
“Es muy importante para una persona tener coraje y saber que va a ser genial acercarse a la vida financiera y mirar las cuentas. Mucha gente dice que es difícil, pero después de hacer eso, hay una sensación de alivio. Si tiene miedo de mirar, caerá en todo tipo de trampas mentales”, dice.
Una de estas trampas es la “contabilidad mental”, esa manía de hacer cálculos, la mayoría de las veces incorrectos, sobre nuestra situación financiera.
“Hacemos los cálculos. ‘Gano 100, así que puedo gastar 50 en el supermercado, 20 en el bar, solo 10 en el almuerzo, también puedo tener una cuota mensual de 15 …’. Compara 15 con 100, 10 con 100, pero no cuadra. Entonces se asusta y ve que está en números rojos “, advierte el neuroeconomista.
Lo que debe hacer es escribir sus gastos con un lápiz. Sume todas sus ganancias y sus costos de vida. Solo entonces tendrá una idea real de cuánto dinero puede gastar.
Una de las decisiones más importantes que debemos tomar, pensando en nuestro futuro, es ahorrar dinero.

Está claro que el contexto de muchas economías que tienen desempleo, informalidad y alta inflación, hace que esto sea cuesta arriba para muchas personas.
Pero, ¿por qué es tan difícil hacer esto incluso cuando hay condiciones favorables?
Un efecto conocido como “descuento intertemporal” en la economía del comportamiento puede explicarlo.
“Imagina que coges unos prismáticos y les das la vuelta. ¿Qué pasa? Lo que está lejos es diminuto. Y lo que está cerca obtiene un valor, un tamaño gigante”, explica Renata Taveiros.
“Queremos la recompensa inmediata, ahora mismo, porque parece ser mucho más grande que una recompensa que es muy misteriosa, que no sabes qué va a pasar en el futuro”, agrega.
Los estudios neuroeconómicos muestran que algunas áreas del cerebro que se activan cuando piensas en ahorrar dinero para tu futuro son las mismas que lo hacen cuando piensas en darle dinero a un extraño.
Lo que puede significar que, para nuestro cerebro, ahorrar dinero para el Yo futuro y dar la misma cantidad a otra persona es casi lo mismo.
Según Renata Taveiros, una solución puede ser crear un “empujón”, es decir, un pequeño estímulo para que pienses más detenidamente en tu futuro.
“Una idea que suelo aplicar es usar una de esas aplicaciones que te hacen ver mayor en una foto. Te hace conectar con esa imagen. Luego, debes hacer el ejercicio de pensar en lo que quieres para la vida de esa otra persona. Entonces, se va a crear un circuito neuronal que conecta su yo futuro con su yo de hoy “, dice.
El neurocientífico Álvaro Machado Dias advierte que si bien es importante ahorrar dinero, también debe saber darse permisos.

“No asumas que siempre es malo permitirse (gastar) y no caigas en la falacia de que debemos posponer continuamente el placer para que un día podamos disfrutarlo en mayores intensidades. Hoy lo que vemos es un mar de gente sin ganas para vivir. Sal de este mar”, dice.
Según Álvaro, no todas las decisiones que tomamos en la vida, sean económicas o no, se pueden tomar de forma puramente racional, y ni siquiera es deseable que eso suceda.
“A veces somos dominados por componentes emocionales y, de hecho, esto puede conducir a malos resultados, incluido el arrepentimiento”, dice.
“Pero la entrada en juego de estos componentes que no son formales, lógicos, es lo que finalmente hace que nuestras decisiones sean mejores para el grupo, la especie y la cultura en su conjunto”, agrega.
Por tanto, el consejo es saber distribuir mejor tus energías e inquietudes.
“No hay tiempo -ni tiene sentido- para tratar de optimizar cada decisión. Elija sus batallas. Concéntrese en las opciones que más importan; son las que finalmente definirán quién es usted”, afirma el experto.

Fuente de BBC News Mundo.
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Todos nacemos y crecemos, sabiendo que la joyería es muy variada, desde pequeños, nuestras abuelas, tías o inclusive padrinos, nos llevan a conocer, en algún momento, algunas joyas, y empezamos a escuchar: “ésta es bella porque es de plata”, “que linda la cadena de fulanita porque es de oro”, “viste el anillo que le dieron a la vecina?”
Estos, entre otros comentarios, escuchamos frecuentemente durante nuestro crecimiento. Sin embargo, solo aprendemos lo básico, que son 3 cosas: si la pieza es de plata, de oro o una bisutería de otro metal, que casi siempre, se termina poniendo negra o en algunas personas, les causa alergia.
Entonces, siendo adultos, cuando nos toca ir a una tienda de joyería, empieza el dilema con la vendedora, para saber, con qué material uno desea comprar alguna joya, escuchamos cosas como: ¿qué color de oro? amarillo? ¿que kilataje 10k, 14k o 18k? la piedra preciosa o semipreciosa? (en caso de que lo requiera), diamante natural, de laboratorio?, cubic zirconia, imitación?, tamaño de brazalete? largo de las cadenas? push back? tipos de lock? etc… entre un mar de cosas, que nos lleva a pensar, si realmente sabemos o no, de la pieza que deseamos adquirir. Todo ello, nos lleva a comprender, que la joyería como un arte, es metódico, y conlleva a un cúmulo de técnicas, diseños, kilataje, entre otras cosas que realiza el joyero creador, y que de alguna manera, ayuda a definir, parte del costo que a ti te tocaría pagar en una pieza.
Entonces, ¿quién sabe de joyería? ¿Quién conoce realmente el valor determinado y definitivo de una joyería, el joyero?, el empresario dueño de joyería? el vendedor? ó el comprador? allí, podemos evaluar, que frecuentemente regalamos o usamos joyería, sin saber, con profundidad el trabajo y/o material usado para trabajar ése metal, sea cual sea, oro, plata, cobre, latón u otro metal moldeable, y, que de la mano del hombre, pueda modelar piezas tan hermosa, que se adaptan a la personalidad de quien lo usa.
Podemos estar en un salón con 100 personas, de las cuales, un 90% seguro usan algún accesorio, por muy diminuto o valor que sea, y de ése porcentaje, existe mayor factibilidad de que solo sea el 5% que realmente conozca la pieza que lleva puesta. Más allá del arte, es una ciencia hermosa que nos lleva a reflexionar, que la mayoría de la gente usa diariamente aquello que no conoce.
Teniendo como mayoría, usuarios de joyas que no tienen ni la mas minima idea, lo que existe detrás del accesorio de joyería que usan diariamente, nuestra recomendación siempre será, buscar un joyero local, que pueda orientarlos, en el manejo de costo, calidad, materiales y cuidado de aquello que usan diariamente, total, todo arte sea cual sea, siendo algo artesanal, necesita ser conocido por su usuario y valorado por el artesano.
Mariana Torrellas Guevara, Joyera venezolana, con más de 10 años de experiencia, radicada en la ciudad de Miami, fundadora del Taller de Joyería Torrellas Jewelry, ubicado en la ciudad de Doral, donde ella y su equipo, colaboran con tiendas de joyería, para que presten un servicio completo de reparación, mantenimiento y fabricacion de joyeria fina a sus clientes, de igual forma, realiza diseños digitales en 3D en joyería personalizada, para clientes privados.
Actualmente pertenece a la Asociación de Joyeros de Américas por su siglas (JOA), la asociación de comercio de EE. UU. dedicada a la excelencia profesional en la fabricación y el diseño de joyas (MJSA) y a la Asociación de Mujeres Joyeras de Estados Unidos (WJA).
Estudio Joyeria Avanzada, Diseño de Joyas, Engaste de Piedras avanzados e Identificación de los Diamantes. Anteriormente, Mariana se graduó de abogado en la ciudad de Caracas, Vzla, e hizo postgrado de Derecho de navegación y Comercio exterior.
Hoy en día, sigue participando activamente en eventos. charlas y talleres, manteniéndose actualizada de todo el crecimiento que conlleva a la fabricación de joyería fina.
Mariana Torrellas
9594 NW 41st ST. Suite 108.
Doral, FL 33178
T: +1.786.731.0662

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